La educación, específicamente en el
ámbito docente, parte de un principio fundamental que es “El Ser”, siendo esta
una opción, una forma de vida, en resumidas cuentas, una forma de ser, no de ejercer.
El ejercer implica un costo, un
“trabajo”; mientras si se realiza por convencimiento propio, es porque así lo
he decidido, no hay presión económica, social, familiar, estatus, simplemente
soy. Ahí radica el verdadero significado de un educador.
Actualmente, la vivencia y labor, de
muchos educadores se fundamenta en el “Ni modo” o “Que me queda”.
El no acceder a otro trabajo o
profesión y de “rebote” terminar como educador, es un tema que cotidianamente
se escucha en muchas instituciones educativas.
Aunado a esto, están las presiones
del sistema consumista y mercantil en el que se vive, lamentablemente algunos
docentes reducen su labor a la cantidad de lecciones o número de grupos que se
asuman. Se piensa: a mayor cantidad de lecciones “mejor” salario.
Surge una contradicción enorme, ya
que la motivación de estos docentes es la llegada de la quincena y el aguinaldo
de fin de año; se trabaja por el tener, no por el ser.
Si se pretende hacer valer la
educación desde una profesión de gran valor y respeto, es necesario que cada
educador realice las siguientes interrogantes: ¿por qué? y ¿para qué?” de la
labor docente.
Debe conocer y revisar el fundamento
filosófico que sustenta su camino y quehacer en la educación. En tanto se logre
reconocer el camino por donde se transita, se podrá luchar por la propia
liberación y por lo tanto, la de los estudiantes.
Desde la educación liberadora y
popular, lo esencial es enseñar a los estudiantes a liberar sus mentes, a
educar en la conciencia de la opresión, pero para tal fin, el primero que debe
darse cuenta de tal situación es el educador, el cual no podría laborar
solamente por un salario, número de lecciones o para el opresor.
Paulo Freire, en repetidas ocasiones,
mencionó que la tarea del educador consiste en formar sujetos de conocimiento y
acción, actores transformadores, constructores de nuevas realidades. Desde
esta perspectiva, el educador no debe ser cómplice del sistema opresor -
económico que tiene como único fin la adquisición de bienes materiales y la
anulación del pensamiento crítico – reflexivo.
La verdadera revolución educativa
comienza en la propia consciencia, el cambio y la trasformación personal
deviene a la convicción y vocación docente.
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