sábado, 21 de mayo de 2016

Docente, profesor, educador y maestro


                                                                                                                                                                     La otra tarde escuché, en el acto de bienvenida a una nueva cohorte de estudiantes del Doctorado en Educación de la Universidad del Atlántico, las palabras: docente, profesor, educador y maestro, pronunciadas y explicadas, en su discurso, por uno de los anfitriones del evento académico. Y desde ese momento las mismas me quedaron “dando vuelta” en la mente como motivo de reflexión sobre uno de los oficios más significativos de la Humanidad.
Quien pronunció y explicó cómo concebía el alcance de cada una de esas palabras que encierran todo un ideario fue el historiador local y doctorante en Educación Jaime Álvarez Llanos, quien ha venido conceptualizando sobre las mismas, no solo en la práctica diaria de su oficio, sino en diversas publicaciones de carácter educativo, las que me facilitó, a petición nuestra, para redactar esta nota que llevaba “colgada en la cabeza”, desde que lo escuché aquella tarde.
Para el historiador Álvarez Llanos cada palabra significa un escalón en la dimensión de la labor de enseñanza. Por ello “docente” es quien cumple un rol profesional. Y “profesor”, quien realiza un rol pedagógico. Mientras que “educador” es el cumplimiento de un deber social. Y “maestro” sería aquel que le da una dimensión humana a la enseñanza y la convierte en su proyecto de vida. Como ven es una escala, de ahí lo complejo de definir cada palabra y el rol otorgado por el historiador local.
Frente a cada una de esas palabras, y su significado o significados, pretendo darle ligeramente un alcance popular así: docente es quien está incluido en la nómina de una institución educativa; profesor es quien dicta clases esté o no en una nómina. Educador es aquel que decide en su oficio a formar seres humanos, viva o no viva de dictar clases o de recibir un salario como docente. Y maestro. ¿Quién es maestro?, me pregunto. Para Álvarez Llanos, nuestro historiador amigo, es quien dedica su oficio y su vida a la formación de mejores personas. Él repite la frase de Agustín Nieto Caballero, maestro “es aquel estudiante que se quedó, para siempre, a gusto en la escuela”.
Entonces no todo docente alcanza a ser profesor. Ni todo profesor es educador. Y no todo educador logra ser maestro. De ahí la validez de preguntar ¿quién es maestro? Cada mente podrá tener una respuesta.
Indagué la mía en la biblioteca y encontré el libro de mi maestro Miguel Martínez Miguélez, filósofo español radicado en Venezuela, titulado Nuevos paradigmas de la investigación (Editorial Alfa), quien recuerda la siguiente frase de Albert Einstein: “El arte más importante de un maestro es saber despertar en sus alumnos la alegría de conocer y crear” (pág. 146).
Como podrán observar, si aceptamos las palabras de Einstein, la categoría de maestro no está en un diploma, ni en la condición laboral de ser docente o profesor. Ni en la de quien se declara educador sino en quien despierta la alegría por el conocimiento. Y para ello hay que estar toda la vida en la escuela. La alegría de vivir es la enseñanza de un maestro.

sábado, 14 de mayo de 2016

la vocacion de un maestro


La educación, específicamente en el ámbito docente, parte de un principio fundamental que es “El Ser”, siendo esta una opción, una forma de vida, en resumidas cuentas, una forma de ser, no de ejercer.

El ejercer implica un costo, un “trabajo”; mientras si se realiza por convencimiento propio, es porque así lo he decidido, no hay presión económica, social, familiar, estatus, simplemente soy. Ahí radica el verdadero significado de un educador.

Actualmente, la vivencia y labor, de muchos educadores se fundamenta en el “Ni modo” o “Que me queda”.

El no acceder a otro trabajo o profesión y de “rebote” terminar como educador, es un tema que cotidianamente se escucha en muchas instituciones educativas.

Aunado a esto, están las presiones del sistema consumista y mercantil en el que se vive, lamentablemente algunos docentes reducen su labor a la cantidad de lecciones o número de grupos que se asuman. Se piensa: a mayor cantidad de lecciones “mejor” salario.

Surge una contradicción enorme, ya que la motivación de estos docentes es la llegada de la quincena y el aguinaldo de fin de año; se trabaja por el tener, no por el ser.

Si se pretende hacer valer la educación desde una profesión de gran valor y respeto, es necesario que cada educador realice las siguientes interrogantes: ¿por qué? y ¿para qué?” de la labor docente.

Debe conocer y revisar el fundamento filosófico que sustenta su camino y quehacer en la educación. En tanto se logre reconocer el camino por donde se transita, se podrá luchar por la propia liberación y por lo tanto, la de los estudiantes.

Desde la educación liberadora y popular, lo esencial es enseñar a los estudiantes a liberar sus mentes, a educar en la conciencia de la opresión, pero para tal fin, el primero que debe darse cuenta de tal situación es el educador, el cual no podría laborar solamente por un salario, número de lecciones o para el opresor.

Paulo Freire, en repetidas ocasiones, mencionó que la tarea del educador consiste en formar sujetos de conocimiento y acción, actores transformadores, constructores de nuevas realidades. Desde esta perspectiva, el educador no debe ser cómplice del sistema opresor - económico que tiene como único fin la adquisición de bienes materiales y la anulación del pensamiento crítico – reflexivo.


La verdadera revolución educativa comienza en la propia consciencia, el cambio y la trasformación personal deviene a la convicción y vocación docente.